martes, 25 de octubre de 2011

El Reino de Reinoso

Todo comenzó bajo la atmósfera y la ilusión del sentimiento, un sentimiento claramente identificado: Americanismo.

Un nuevo ‘mesías’ llegó a la villa de Coapa para formar su reino, cuya fuerza sería ese amor que siempre pregonó por la vestidura de plumas.

Carlos se dijo listo para emprender la aventura hasta el último destino, en donde hay que alzar una copa en señal de triunfo, en presunción de victoria sobre todos los ‘enemigos’ que quieren apartar del camino de la conquista.

Y llegó la primera batalla, un triunfo que no gustó y el mismo Carlos lo dejó claro: “Tenemos que jugar mucho pero mucho mejor. El que yo pare en la cancha tiene que saber que esto es América, ganamos tres puntos, bien, pero no como yo quiero, no como merece la afición”.

Pero nada. Dicha fuerza en las palabras no fue ‘catarsis’ en ese ejército águila que comandaba Carlos, e ‘incitó’ a sus guerreros: “No tengo ningún temor de jugar con jóvenes, acá no se trata de nombres sino de hombres”.

Entonces apeló a la empatía de sus seguidores, como en búsqueda de un apoyo que parecía no encontrar entre sus filas: “Lo que siente la afición lo sentimos nosotros, esto es un cachetazo muy grande que tiene que movernos a todos”.

Pero el Consejo de Sabios, los hombres de las decisiones fuertes, ya tenían en la mira a quién nombran ‘El Maestro’. Así lo dejó entender el consejero Zague, una figura de antaño: “Sabe que el equipo demanda resultados, así que al buen entendedor, pocas palabras”.

De inmediato Carlos sintió como el suelo, esa base de sus promesas cuando tomó el mando, se cimbró, y tras las malas noticias de indisciplina en sus ‘discípulos’, fue contundente en su análisis de la situación: “El enemigo está en casa, parecía que los enemigos están en casa”.

Pero ‘El Gran Líder’ Michel, al menos con ese título es como se le conoce, advirtió a su comandante en el campo: “Hemos hablado con Carlos… él tendrá que trabajar muy fuerte esta semana… para que cuando se presente el siguiente partido y los que siguen tomemos un camino ascendente y ganemos”.

‘El Maestro’, quien se pensaba el redentor de toda la tragedia, se afirmaba a sí mismo en sus funciones, sin importar lo que se hablaba alrededor de su reino: “No me voy de acá, vine para quedarme. Lo que escucho de ustedes es que buscan pretextos, me quieren sacar de acá por la salud, no me voy a retirar, voy a seguir”.

Entonces Carlos comprendió que su dureza de palabras no funcionaba, y apeló a la fórmula que él consideraba la clave para ‘ser grande’, el sentimiento del Americanismo: “Yo vine para un proyecto con el amor de siempre al América, sigo ilusionado”.

Y fue entonces cuando comprendió la realidad que vivía el ejército águila: “Estamos en una crisis… aquí estamos todos preocupados y ocupados”. Y volvió a ser reacio: “Yo voy a morir aquí, soy americanista en las buenas y en las malas… si me tuviera que dar plazo me quedo a vivir toda la vida”.

Pero Michel, ‘El Gran Líder’, mostraba un semblante cada vez menos afable: “La directiva está muy molesta”.

Entonces el sueño de Carlos se derrumbó, su reino ya no era más: “He decidido dar un paso al costado, ya le dije a Michel... soy americanista y quiero lo mejor siempre para el América”. Y volvió a su antiguo discurso: “Estoy contento porque hice lo que mejor sé hacer, que es amar al América”.

El Americanismo no fue suficiente para dar conquistas a Coapa, y el nuevo ‘Capitán’, dicen que distinguido por su furia envió su primer mensaje: “El americanismo lo dejamos en segundo término, ahora estoy aquí para resolver las cosas”. Y ese nuevo jefe en el campo de batalla no vio nada alentador en el horizonte: “No prometí calificar…la situación es difícil”

Mientras una ‘amenaza’ se dejaba escuchar en America-lia, era Carlos y su amor: “Sé que voy a terminar ahí, momentáneamente me fui, pero sé que voy a terminar ahí, el amor al América es superior a cualquier cosa”.

El pasado tomó fuerza, y un antiguo comandante águila especificó que cada quien recibe lo que viene dando, era Lapuente, el general que llevó a la última conquista: “Era mi época y (Carlos) me la quitó. Eso fue lo que pasó, tan simple. Eso se paga y se paga caro, como sucedió”.

El desastre, las ruinas del Reino de Americalia, era ya una realidad, y la furia del nuevo capitán solo encendió a uno de los guerreros después de la última humillación: “Tenemos un capitán de agua y una defensa de plástico”.



Por Ángel Húguez

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